20190518

cuanto más solitaria es la vida que llevo más estimulante es cruzarme con gente. tengo ansiedad de estar con alguien, darles de comer y beber, o de que me inviten, vestirme, decidir cuando irme. ansiedad de esperar a alguien es una esquina, de tomar un colectivo con destino sociable. como esas cosas pasan muy cada tanto para calmar las urgencias de animala social hablo con perros, pájaros, mariposas o caballos. y cuando me subo al auto de un desconocido me hago la canchera, mi cerebro absorbe cual esponja del saber y la deducción, echo un vistazo alrededor, todo mi instinto despierto. sé de que trabajás, donde vivís, la edad de tus hijes, soy la que hace la lectura fría y estoy tres pasos adelante. y cuando en el camino me cruzo con alguien y me saluda, a veces me dan ganas de seguirle, ver dónde vive, mirarle de cerca la cara, alguien lleva una vida, que no es la mía! y también sucede que algunas personas me miran pasar po ejemplo por la puerta de su casa, o por la orilla de enfrente y siento sus miradas clavarse, mi semblante se hace de gelatina. me pongo derecha pero por algún motivo termino más torcida. deseo hacerme pelota y salir rodando. me crucé como 5 ciclistas y casi me muero, había uno que parecía que también porque se empezó a tapar la cara con un pañuelo. de todas formas, para concretar y que no sea solo fantasía vamos a decir, sin faltar a la verdad, que cada interacción humana, por estas latitudes de baja densidad poblacional, es un chispazo de intensidad, siempre.

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